Tras casi ocho décadas de funcionamiento y con un objetivo explícito, el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional, la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha quedado muy por debajo de las expectativas que los Estados miembros que la fundaron, y que la mantienen, aspiran. Esta valoración, más que partir de una visión principista o idealista de lo que debería ser la organización, se fundamenta en los hechos concretos observados por lo menos durante las últimas tres décadas.
La ONU no pudo evitar el genocidio en Ruanda en la década de 1990 ni frenar los "bombardeos humanitarios" durante el conflicto bosnio en la ex Yugoslavia. Tampoco fue capaz de detener la llamada Guerra contra el Terrorismo que significó la invasión de dos Estados soberanos y la muerte de más de un millón de iraquíes y afganos durante la década de los 2000, ni evitó la catástrofe humanitaria que la intervención extranjera generó en Libia.
Con el fin de la Guerra Fría y el advenimiento del mundo unipolar que se consolidó con el triunfo de Estados Unidos contra el bloque soviético, pareciera que la ONU sirvió solo para sostener una burocracia internacional a modo de los intereses estadounidenses y de Occidente, convalidando su visión del mundo y de las relaciones internacionales.
Por ello, tras más de 75 años de haberse votado la Resolución 181 de 1947 por la que se mandataba la partición de Palestina en un Estado israelí y otro palestino, los problemas para este último, lejos de resolverse, han ido aumentando con el transcurrir de los años, lo que ha develado la incompetencia de la organización para poner en práctica sus mismas resoluciones.
Las Naciones Unidas y la cuestión palestina
Desde esa primera resolución de 1947, la ONU se ha pronunciado centenares de veces condenando el accionar del Estado de Israel contra Palestina y su población. Las Naciones Unidas se han pronunciado contra la ocupación y expulsión del pueblo palestino de sus territorios, ha sancionado la política sistemática de violación de derechos humanos que se viene aplicando contra esa nación y la arrogancia de la élite política gobernante de Israel a las demandas de la comunidad internacional para que cese esa política de apartheid. El rechazo sistemático de Israel a las resoluciones de la ONU ha convertido ese relacionamiento en uno tóxico para la estabilidad de la región.
En 2022 el experto del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, Miloon Khotari, miembro de la Comisión de Investigación de la ONU sobre el Territorio Palestino Ocupado, denunció que el accionar israelí en el espacio palestino era "ilegal desde el principio (…) Llegaría a plantear la pregunta de por qué [Israel] es miembro de las Naciones Unidas. Porque (...) el gobierno israelí no respeta sus propias obligaciones como Estado miembro de la ONU. De hecho, constantemente, ya sea directamente o a través de los Estados Unidos, trata de socavar los mecanismos de la ONU". Agregó más adelante la enorme influencia del lobby israelí en los medios de comunicación —particularmente en las redes sociales— y en ciertos ámbitos de incidencia mundial —otros Estados y grandes ONG— que permiten perpetuar los desmanes que vienen realizando desde hace más de siete décadas.
A lo largo de estos casi 75 años desde la Resolución 181, la organización se sigue mostrando ineficiente en la consecución de una paz duradera en la región que garantice la existencia de dos Estados independientes y soberanos. Pero el apoyo incuestionable que mantiene Israel por parte de Occidente y, muy especialmente , de Estados Unidos le da una patente de corso que le permite actuar como quiere en un territorio que no le pertenece, sin importarle las consecuencias de sus acciones, como la muerte de miles de civiles palestinos ya normalizada cada cierto tiempo, o la muerte de trabajadores de la ONU durante estos últimos bombardeos israelíes sobre Gaza.
El lobby sionista como operador de una tragedia
Desde que iniciaron los enfrentamientos el 7 de octubre de 2023, la comunidad internacional y la opinión pública mundial han sido testigos de una maniobra mediática, tras la Operación "Diluvio de Al-Aqsa" ejecutada por Hamás en tierras ocupadas por el ejército de Israel, que buscó justificar, bajo el principio de la "legítima defensa", el uso desproporcionado de la fuerza militar israelí contra la población civil palestina.
Más allá del conflicto abierto que el ejército israelí mantiene contra varias agrupaciones que hacen vida en las zonas ocupadas, y que trae consigo los horrores que toda guerra genera, está la represión que ejerce el Estado de Israel sobre la población palestina de Gaza y Cisjordania y que, a todas luces, luego del bombardeo al hospital Al-Maamadani "Bautista" en Gaza constituyen crímenes de guerra y la violación directa del derecho internacional, que deberían ser juzgados por la Corte Penal Internacional.
No obstante, no es el primer crimen que comete el Estado de Israel contra la población palestina en Gaza o Cisjordania; la política de ocupación que ejerce sobre territorios palestinos representa, desde hace décadas, un apartheid moderno que ha sido reiteradamente denunciado por la comunidad internacional, sin que se logre hacer respetar las principales resoluciones que establecen un Estado palestino con soberanía propia.
Sin embargo, tras la escalada del conflicto, la Federación de Rusia y los Emiratos Árabes Unidos propusieron en el Consejo de Seguridad una resolución, pidiendo el alto al fuego humanitario en la Franja de Gaza, rechazada por Japón, Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Días después, la República Federativa de Brasil introdujo una nueva propuesta que fue igualmente negada, esta vez solo por Estados Unidos que, con su poder de veto, impidió su aprobación; y si bien hay muchos comentarios en torno a las negativas de ambas resoluciones —la primera por haberla presentado Rusia—, detrás está la postura siempre complaciente de Estados Unidos hacia los desmanes cometidos por Israel.
El periodista y analista Alan Fisher, de Al Jazeera, comenta que Estados Unidos contribuye con 3 billones de dólares al año en ayuda militar a Israel, siendo este país el mayor receptor acumulado de asistencia exterior de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. Y si bien la presencia directa del lobby israelí en las Naciones Unidas y otros organismos internacionales no queda muy clara, la influencia que ejerce a través de Estados Unidos y su comportamiento en el Consejo de Seguridad y en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas es evidente.
Hospital en Gaza | Las pruebas revelan que se trata de un ataque israelí, pero estos culparon a la Yihad Islámica Palestina.
El poder destructivo de la bomba-misil y la forma como lanzada indican que provino de Israel, además de otras evidencias. https://t.co/XCCybfjMBu— MV (@Mision_Verdad) October 18, 2023
El lobby israelí en Estados Unidos exige la protección diplomática incondicional de Israel en la ONU y otros foros multilaterales. Esta demanda tiene cierto fundamento ya que Estados Unidos, desde el mismo momento de la creación del Estado de Israel, se ha mostrado como protector (padrino) de este, y lo ha asumido como enclave en una zona de alta conflictividad, geopolíticamente estratégica por la presencia de enormes recursos naturales. Sin embargo, el bloqueo reiterado ejercido de forma individual o colectivamente —con sus aliados— para condenar la ocupación ilegal de territorios palestinos y la brutal represión contra la población es cada vez más frecuente.
Este cabildeo es ejercido fundamentalmente a través del Comité de Asuntos Públicos Estadounidense-Israelí (Aipac), organización con una influencia nada desdeñable dentro de la política estadounidense. Los miembros de tal instancia ejercen tutelaje a través de la organización de base, la defensa y la recaudación de fondos entre los judíos estadounidenses en Estados Unidos, así como entre las iglesias evangélicas cristianas.
Los grupos pro Israel usan su ascendencia financiera para comprar la lealtad de los políticos estadounidenses y ha sido así con cada administración que ha llegado a la Casa Blanca. Durante la campaña de 2020, el lobby pro israelí donó 30,95 millones de dólares a los candidatos políticos federales, lo que es aproximadamente el doble de lo que donaron durante la campaña de 2016. 63% de estas donaciones fue para los demócratas y 36% para los republicanos.
En este contexto, esperar que las potencias occidentales, en especial Estados Unidos, en un acto de sensatez exijan el cumplimiento de las resoluciones de la ONU por parte de Israel se ve, cuando menos, improbable en el corto y mediano plazo, por lo que el papel de las Naciones Unidas, en especial del Consejo de Seguridad, será irrelevante como hacedor de una solución al conflicto, como lo ha sido hasta ahora en cuanto a la cuestión palestina.
Qué esperar de un juego unilateralmente trancado
Al evidenciarse la impotencia de las Naciones Unidas de lograr, a través del Consejo de Seguridad, implementar —por decirlo diplomáticamente— las resoluciones ya tomadas sobre Palestina, y al prevalecer la lógica del veto de Estados Unidos en el máximo organismo de la ONU, solo queda la posibilidad de que una negociación a varias bandas logre por lo menos un cese al fuego, que no restituirá las garantías territoriales y de institucionalidad estatal que debe tener la nación palestina.
No obstante, en un mundo que asiste a la transición hacia un nuevo orden internacional, donde potencias regionales de Asia Occidental parecieran estar alineando sus posiciones en referencia a la cuestión palestina, y ante la indignación que en la comunidad musulmana —sin distinción confesional— despertó la brutalidad israelí, evidenciada en el ataque al hospital en Gaza, la posibilidad de implementar medidas colectivas contra Israel aumentan en la medida en que la crisis es abordada y evaluada en distintos foros regionales como los de la Organización de Cooperación Islámica, en el Consejo de Cooperación del Golfo o la misma Liga Árabe.
Lo peligroso de que siga aumentando la tensión y asistamos a una crispación generalizada en el mundo árabe y musulmán es que permee a nuevas fronteras donde la aplicación de la Responsabilidad de Proteger (R2P) tan cacareado por algunos sectores sea declarado de forma unilateral, y que escale el conflicto a niveles regionales con las afectaciones geopolíticas correspondientes, y así de nuevo, como en Ucrania, la primacía de Estados Unidos vuelva a ser cuestionada y quede en evidencia la pérdida de liderazgo y dirección que durante las últimas tres décadas ejerció de manera unilateral.