El lanzamiento del sistema de pagos UNIT por parte del bloque BRICS marca un nuevo momento en la disputa por el orden financiero internacional. Presentado como un instrumento digital respaldado en oro y en una cesta de monedas soberanas, el mecanismo busca ofrecer una vía estable para las transacciones transfronterizas en un escenario donde cada vez más países buscan reducir su exposición al dólar y a los circuitos financieros controlados por Occidente.
La iniciativa se inscribe en la tendencia de construir infraestructuras propias por parte del Sur Global para evitar las sanciones y la intermediación obligatoria de sistemas dominados por Washington.
En medio de un mapa geopolítico cada vez más fragmentado, UNIT aparece como la herramienta que los BRICS colocan sobre la mesa para avanzar hacia pagos no censurables y un financiamiento menos vulnerable a presiones externas.
Implicaciones estratégicas y debates abiertos
Aunque su arquitectura aún está en desarrollo, el diseño de UNIT apunta a crear un instrumento financiero capaz de sostener intercambios al margen del sistema dominado por Estados Unidos. Según el análisis de Pepe Escobar, el instrumento se proyecta además en la dirección de un “dinero no censurable y apolítico”, integrado a la infraestructura digital que los BRICS+ buscan consolidar.
Se trata de un token de referencia sustentado en su combinación de activos reales: 40% oro físico y 60% una cesta de monedas BRICS+. Esta estructura busca otorgarle estabilidad, capacidad de resguardo y un valor menos expuesto a shocks políticos. Su diseño contempla usos en infraestructuras bancarias tradicionales y en plataformas digitales descentralizadas.
Esta dualidad, que lo distingue de las criptomonedas y de los stablecoins, permite su integración en operaciones de comercio mayorista, en mecanismos de liquidación entre Estados y en transacciones de actores económicos que requieren un instrumento resistente a sanciones y bloqueos financieros. Su función central es ofrecer un medio confiable para el intercambio y una unidad de cuenta basada en respaldo material.
Al mismo tiempo, la propuesta se enlaza con la red de sistemas que varios países BRICS ya operan, configurando un ecosistema que podría reducir de manera gradual la dependencia de SWIFT. Si bien estos avances no eliminan de inmediato las asimetrías del sistema global, sí definen un terreno donde la capacidad de coerción financiera de Washington enfrenta límites más visibles.
BRICS frente al orden financiero heredado
La reorganización financiera impulsada desde el bloque BRICS se apoya en una red de infraestructuras alternativas (SPFS en Rusia, CIPS en China, UPI en India y Pix en Brasil) que hoy constituye la columna vertebral técnica de un sistema de pagos capaz de funcionar al margen del dólar y de los circuitos sujetos a sanciones occidentales.
Sobre esa arquitectura avanza UNIT. El analista Peter Reagan destaca que su combinación de oro y cesta monetaria le otorga una estabilidad que contrasta con la volatilidad de las monedas fiduciarias y de los criptoactivos dominados por grandes fondos especulativos.
El uso de la red Cardano, según explica Pepe Escobar, introduce un mecanismo descentralizado de transacciones que no requiere mediación de bancos estadounidenses ni de redes controladas por Occidente. Esta característica convierte a UNIT en una pieza clave para el comercio transfronterizo de países que buscan escapar del riesgo de sanciones.
Sin embargo, el proceso no avanza a una velocidad uniforme. India y Brasil mantienen posiciones conservadoras para no tensar sus relaciones con Occidente, priorizando el incremento del comercio en monedas locales antes que una adopción plena de la nueva herramienta multilateral.La falta de un mercado de capitales integrado refuerza la idea de que UNIT no sustituirá de inmediato al sistema vigente, sino que crecerá en paralelo hasta ganar fuerza económica y legitimidad operativa.
En conjunto, estos elementos muestran que el sistema representa la consolidación de un corredor financiero alternativo para el Sur Global, capaz de reducir vulnerabilidades estructurales y de limitar la capacidad de coerción de Estados Unidos sobre las economías que buscan autonomía estratégica. El proyecto busca crear las condiciones materiales para que exista una pluralidad real en el comercio y las finanzas internacionales.