En Georgia operan más de 25 mil ONG, la mayoría de ellas financiada por Europa y por Estados Unidos. Un nuevo proyecto de ley destinado a frenar la injerencia occidental ha desencadenado furiosas protestas antigubernamentales alentadas explícitamente por Washington.
Una oscura atmósfera política se cierne sobre la capital georgiana, Tiflis, y cada día es más ominosa. El primer ministro, Irakli Kobakhidze, fue informado por un comisario de la Unión Europea (UE) que correrá con la misma suerte de Robert Fico, el dirigente eslovaco que sigue luchando por su vida tras un intento de asesinato a manos de un ultra proucraniano. Los legisladores estadounidenses se movilizan para sancionar a miembros del partido gobernante, Sueño Georgiano, y el 14 de mayo en el Parlamento el diputado de la oposición Tako Charkviani lanzó la amenaza: “Créanme, habrá una revolución de color en Georgia”.
La causa de este tumulto es un proyecto de ley conocido como la "Ley sobre la transparencia de la influencia extranjera", que obligaría a las organizaciones a revelar públicamente su financiamiento recibido del exterior. Durante semanas, las calles de Tiflis se han llenado de decenas de miles de manifestantes que exigen a las autoridades que desechen la ley, que creen que comprometerá el camino de Georgia hacia la adhesión a la UE. A pesar de la vehemente condena de funcionarios de la UE y Estados Unidos, la ley ha sido aprobada. Desde entonces, el Hegemón ha amenazado con imponer restricciones de visado a los legisladores que apoyen el instrumento, y los manifestantes no dan señales de rendirse.
No se puede dudar de la sinceridad de los ciudadanos que siguen ocupando los espacios públicos de Tiflis por temor a que las medidas de su gobierno saboteen las aspiraciones de Georgia a la UE. Pero hay indicios claros de que muchos fueron gravemente engañados sobre la naturaleza de la nueva ley, y al parecer algunos están convencidos de que ordenará la vigilancia masiva y obligará al público a denunciar a sus vecinos como "agentes extranjeros".
La campaña para desinformar a los georgianos sobre el proyecto de ley está dirigida principalmente por los medios de comunicación extranjeros y las propias ONG financiadas desde fuera. En la actualidad hay más de 25 000 ONG activas en Georgia, y casi todas reciben dinero de afuera. Muchas están financiadas por la UE, que costea más de 130 "proyectos activos" distintos y 19 000 pequeñas y medianas empresas en el país. Los servicios de inteligencia estadounidenses, Usaid, la CIA y la NED también son importantes patrocinadores del sector.
Juntos, estos elementos están movilizando a sus electores en las calles para una nueva ronda de protestas que, en última instancia, tiene como objetivo derrocar al gobierno y sustituirlo por otro que se adapte a los intereses de Bruselas y Washington.
Complejo industrial de las ONG financiado por Occidente
Muchas ONG financiadas desde el extranjero se preocupan explícitamente por integrar Georgia en la UE, la OTAN y otras estructuras "euroatlánticas". Entre ellas se encuentra el Movimiento de la Vergüenza, que ha estado al frente de los recientes disturbios en Tiflis. Los registros de subvenciones de la NED indican que recibió algo menos de 80 mil dólares en 2021 para "involucrar a activistas juveniles regionales", ayudar a los jóvenes georgianos a abordar "desafíos" políticos y abogar "por la responsabilidad gubernamental".
De forma curiosa, se eliminó una entrada de la NED que indicaba que el Movimiento de la Vergüenza también recibió más de 90 mil dólares ese año "para promover la responsabilidad democrática y la supervisión efectiva del parlamento georgiano". En ella se señalaba que la organización se encargaba de rastrear "los votos y declaraciones de todos los parlamentarios y mantener perfiles en línea detallando esta información". ¿Se trataba, en última instancia, desde la perspectiva de Occidente, de crear una "lista negra" de parlamentarios que votan en el sentido "equivocado"?
El Movimiento de la Vergüenza también participó en los disturbios de 2023, cuando Sueño Georgiano intentó aplicar una legislación similar a la susodicha ley, pero tuvo que rendirse después de que una multitud violenta amenazara con invadir el parlamento.
Un informe del Wall Street Journal de aquel entonces dejaba bien clara la aversión de la organización por el gobierno, citando a un portavoz del Movimiento que describía a Sueño Georgiano como un apoderado del Kremlin "destinado a empujar la nación más cerca de Rusia y más lejos de la UE". Afirmaron que el gobierno "no puede salir y decir que está a favor de Rusia y en contra de la integración en la UE porque recibiría una enorme reacción de la opinión pública, así que están intentando hervirnos lentamente como a una rana. Están intentando y haciendo todo lo posible para sabotear el proceso de integración de Georgia en la UE".
Tanto dentro como fuera del país, desde que estallaron las manifestaciones contra la ley, se ha repetido cada vez con más frecuencia la línea propagandística occidental de que el Sueño Georgiano sirve a los intereses rusos o es, de algún modo, un peón del Kremlin. Las pruebas de lo contrario han sido ignoradas por completo por los creadores de opinión occidentales, y el influyente grupo de expertos en política exterior Carnegie Endowment, con sede en Washington DC, llegó incluso a eliminar un informe detallado que refutaba ampliamente la acusación.
En realidad, desde que asumió el poder en 2012, el partido Sueño Georgiano ha logrado un delicado equilibrio entre el fortalecimiento de los lazos con Occidente y el mantenimiento de la coexistencia civil con la vecina Rusia. Para ingresar en la UE, el gobierno ha pasado por todos los trámites exigidos por Bruselas, ha cumplido todas las condiciones declaradas para la adhesión y obtuvo formalmente el estatus de candidato en diciembre de 2023. Sin embargo, desde febrero de 2022 se ha convertido en un baile siempre agitado, con una presión exterior cada vez mayor por imponer sanciones a Moscú y enviar armas a Ucrania.
El estricto cumplimiento de los regímenes de sanciones occidentales y las condenas públicas de la invasión rusa son evidentemente insuficientes para Bruselas, Kiev, Londres y Washington. En diciembre de 2022, Garibashvili afirmó que el gobierno ucraniano había exigido repetidamente a Tiflis que abriera un "segundo frente" en el conflicto proxy contra Rusia. Su negativa fue recibida con una firme reprimenda, lo que a su vez provocó que Sueño Georgiano fuera tachado de apoderado del Kremlin y, por tanto, objetivo legítimo de operaciones de cambio de régimen.
Al contrario que en 2023, el gobierno se ha negado a retroceder en la aplicación de la "transparencia sobre la influencia extranjera" ante la condena occidental y las violentas turbas que inundan las calles de la capital georgiana. El 3 de mayo el primer ministro Kobakhidze emitió un fuerte comunicado en el que acusaba a Estados Unidos de orquestar dos golpes de Estado fallidos en Tiflis desde 2020.
Afirmó que estos esfuerzos "se llevaron a cabo a través de ONG financiadas por fuentes externas" y se inspiraron en las "falsas declaraciones" de Kelly C. Degnan, embajador de Estados Unidos en Tiflis hasta 2023. Kobakhidze se refería a que el diplomático acusó al partido gobernante de ser marionetas del Kremlin. Estas acusaciones "sirvieron para facilitar la violencia de actores financiados desde el extranjero", afirmó. En referencia a las quejas de la Casa Blanca sobre la respuesta de la policía local a las manifestaciones en curso, señaló con ironía: "No he expresado mi preocupación... por la brutal represión" de los estudiantes que protestaban en solidaridad con Palestina dos días antes en Nueva York.
Dando forma al teatro de la revolución de los colores
El antiguo dirigente georgiano y exministro de Asuntos Exteriores soviético, Eduard Shevardnadze, abrió las compuertas a las ONG que querían introducirse en su país al permitir que organizaciones de la sociedad civil financiadas desde el extranjero operaran sin apenas supervisión. En aquel momento era un mimado de Occidente, pero con este acto firmó su propia sentencia de muerte política. Como señalaba un artículo ya suprimido del sitio web de Usaid, las ONG respaldadas por Occidente pasaron a "promover los valores democráticos y liberales", lo que socavó gravemente su gobierno.
"Por ejemplo, en 1999 la financiación estadounidense ayudó a los georgianos a elaborar y conseguir apoyo para una Ley de Libertad de Información, que el gobierno aprobó. Esa ley permitió a los medios de comunicación y a las ONG investigar los presupuestos gubernamentales, forzar el despido de un ministro corrupto y dar a la gente la sensación de que debían regular al gobierno", continúa el informe. También se destinaron sumas exorbitantes a la formación de "abogados, jueces, periodistas, parlamentarios, ONG y dirigentes de partidos políticos" en el arte de la revolución de colores.
Esto condujo a la Revolución de las Rosas de 2003, que derrocó a Shevardnadze e instaló en el poder a Mikheil Saakashvili, un político preparado por Estados Unidos y aprobado personalmente por el multimillonario de la CIA George Soros. Un participante en la insurrección citado en el artículo suprimido de Usaid reconocía: “Sin ayuda extranjera no estoy seguro de que hubiéramos podido conseguir lo que hicimos. La Usaid apoyó la sociedad civil y creó una red de personas con mentalidad cívica". En otro lugar, un colaborador de Saakashvili declaró que Washington había "ayudado a gente buena a deshacerse de un gobierno malo y corrupto".
Las ONG financiadas con fondos extranjeros ejercen una influencia desmesurada y tóxica en Tiflis ya que "han colonizado durante mucho tiempo la mayoría de los ámbitos de la política y los servicios públicos", como señalaba un ensayo publicado el 2 de mayo por LeftEast. Estas organizaciones "reciben su mandato de organismos internacionales, que elaboran y pagan listas de tareas pendientes de reformas políticas para Georgia", y "carecen de incentivos para considerar el impacto de los proyectos que implementan porque no son responsables ante los ciudadanos en cuyas vidas desempeñan un papel tan intrusivo".
Aunque esto "erosionó la agencia de los ciudadanos georgianos, la soberanía y la democracia del país", la "Ley de transparencia de la influencia extranjera" no abordará de hecho estas cuestiones, argumentan los autores. En cambio, la legislación se ocupa de contrarrestar a "una pequeña pero poderosa camarilla" de ONG bien financiadas y alineadas con Saakashvili y su Movimiento Nacional Unido (MNU), que "hacen política partidista abiertamente" para debilitar Sueño Georgiano. Como puede verse en la actual ronda de protestas, este séquito apuntala a los partidos de la oposición mientras clama por la destitución del gobierno.
LOS CRIMINALES DE GUERRA DE LA LEGIÓN GEORGIANA PLANEAN UN GOLPE DE ESTADO
Saakashvili dirige ostensiblemente la UNM desde la prisión de Tiflis. Tras huir de Georgia y fijar su residencia en Ucrania como gobernador de Odesa por invitación de Petro Poroshenko tras el Maidán, después de perder el poder en 2012 regresó en octubre de 2021. A su llegada, fue encarcelado por ordenar ataques violentos contra rivales políticos y ayudar a uno de sus ministros a encubrir un horrible asesinato que dirigió personalmente. La presidenta Zourabichvili ha prometido que "nunca" indultará al exdirigente.
Según encuestas recientes, el partido sólo cuenta con 9,6% de apoyo popular, muy por debajo del 31,4% de Sueño Georgiano. A pesar de su menguante popularidad, los partidarios de Saakashvili parecen decididos a sacarlo de la cárcel por las buenas o por las malas. En septiembre de 2023 funcionarios de seguridad advirtieron que se estaba preparando "un golpe a la Euromaidán". Entre los conspiradores figuraban georgianos étnicos que trabajaban para el gobierno ucraniano: Giorgi Lortkipanidze, jefe adjunto de la inteligencia militar de Kiev; Mikhail Baturin, antiguo guardaespaldas de Saakashvili; y Mamuka Mamulashvili, comandante de la famosa Legión Georgiana.
Mamulashvili está implicado en la masacre de bandera falsa en la que se emplearon francotiradores que dispararon contra los manifestantes del Maidán en Kiev en febrero de 2014, hecho que fue fundamental concebido para derrocar al presidente Víktor Yanukóvich e instaurar un gobierno nacionalista preparado para la guerra contra Rusia. Al parecer, el señor de la guerra georgiano llevó a los tiradores a Kiev para que sembraran el "caos" abriendo fuego contra la multitud, proporcionándoles armas para ello. Esta vez, según los funcionarios de seguridad, los activistas antigubernamentales, entrenados cerca de la frontera de Ucrania con Polonia, montarían una "ciudad de tiendas de campaña" en Tiflis, muy parecida a la erigida en la plaza Maidán de Kiev. A continuación, se llevaría a cabo un atentado de falsa bandera en el lugar, lo que desencadenaría violentos disturbios masivos.
El sangriento complot, supuestamente planeado para algún momento de entre octubre y diciembre de 2023, nunca se llevó a cabo. Sin embargo, la policía descubrió a activistas de un grupo respaldado por el gobierno estadounidense de siglas Canvas (Center for Applied Studies and Innovation en inglés) operando en Tiflis en ese momento, lo que sugiere que algo maligno estaba en marcha. CAnvas surgió de Otpor, un grupo de jóvenes disidentes creado por la NED que desempeñó un papel decisivo en el derrocamiento del líder yugoslavo Slobodan Milosevic en 2000. A partir de entonces, sus activistas empezaron a entrenar a agentes de cambio de régimen en todo el mundo a cuenta de Washington.
Entre los destinatarios de la experiencia de Canvas se encontraban miembros de Kmara, un movimiento de resistencia juvenil que encabezó la Revolución de las Rosas de 2003, directamente inspirada en Otpor, con su logotipo y todo. Ese acontecimiento ha marcado la política y la sociedad de Georgia desde entonces, y ocupa un lugar preponderante en la mente de muchos ciudadanos, cuyas connotaciones históricas se consideran tanto positivas como negativas. Sin duda, la diputada de la oposición Tako Charkviani sabía muy bien lo que hacía cuando prometió enérgicamente una nueva revolución de colores en Tiflis.
Este artículo fue escrito en inglés por Kit Klarenberg y publicado en la página The Grayzone el 26 de mayo de 2024, traducido para Misión Verdad por Camila Calderón