La retórica del aislamiento de Moscú con la guerra en Ucrania queda en entredicho cuando Estados Unidos este año ha comprado 416 toneladas de uranio a Rusia, más del doble que en el mismo período de 2022 y el nivel más alto desde 2005.
Según un informe del servicio estadístico estadounidense, Rusia suministra a este país uranio enriquecido, un componente crítico para la generación de energía nuclear civil. La venta de este metal significó a Washington pagar 696,5 millones de dólares, lo que supone el valor más alto desde 2002.
En la primera mitad del año el coste de los suministros se multiplicó por 2,5 y la participación de la federación eslava en las importaciones estadounidenses aumentó 13%, hasta 32%.
En otro informe se indica que aproximadamente un tercio del uranio enriquecido utilizado en Estados Unidos se importa desde Rusia. GHS Climate, una empresa consultora de energías limpias, afirma que el año pasado uno de cada 20 hogares y empresas estadounidenses funcionaba con uranio de tal procedencia.
Todo indica que Estados Unidos ha fracasado en el intento de reducir su dependencia energética de Rusia a pesar de los ataques vía sanciones, pero hay una realidad que no se puede evadir y es que casi la mitad del uranio enriquecido del mundo se produce en el país euroasiático.